Hoy he ido a acompañar a mi hijo a natación. Ya es la segunda vez que en el vestuario observo una situación que me impacta. Una madre como ida de sí, con su hija, intentándola manejar cuál objeto, forcejeando frente a las resistencias de la niña. La madre, como abducida, procede, absorta más allá de sí misma, poseída. Harta de todo, incluso de ella misma, de su propia confusión. Con su diálogo interno en el que se pregunta, lamenta, llora, odia, ... de todo un poco y todo a la vez. Mientras, la niña llora desconsoladamente, como si llorara lo que su madre llora para dentro. La niña como la voz de la madre. La madre sigue forcejeándola, cuál si hubiese algo que atisbara un goce propio. Como si aquello sobre el otro pudiese calmar el propio dolor, reafirmar la propia razón que nunca fue reconocida. Cuando termina la escena la niña se abraza fuerte a la madre, que la recoge semi-amorosa, y se marchan. Veo madres que sufren mucho. Que se machacan y que frustradas, machacan al Otro con...
Breves reflexiones desde de la pedagogía, con mirada psicoanalítica.