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El NARCISISMO PARENTAL

No tengo datos pero diría que somos la generación que más energía hemos puesto en la crianza de l@s hij@s y que mayor frustración sentimos. Ha sido todo un desengaño. Much@s nos hemos volcado en ser excelentes, a prepararnos y medir cada una de las decisiones que tomamos, de lo que decimos y hacemos para, a y con l@s hij@s. Hemos leído mucho, a veces como si no hubiese un más allá o debiésemos escribir una tesis. Hemos escuchado conferencias, charlas, asistido a talleres, hemos consultado a supuest@s expert@s. Hemos discutido con la pareja, con nuestras propias madres y padres, con nuestr@s herman@s, vecin@s, amig@s, con la pediatra y el enfermero, antes con la ginecóloga, con el educador infantil, con la maestra, con el monitor de comedor, ..... con cualquiera que pueda parecer que se mete donde no le mandan. Hay días que hasta un simple comentario puede ser una flecha que da en el blanco. Delegamos pero no soltamos. Queremos que sea siempre todo como nostr@s hemos previsto. Queremos controlarlo todo. Queremos hacer un hij@ nuest@a, sólo nuestr@, ni de nadie, ni siquiera de él o ella misma. Agota solo el escribirlo.

Ese hij@ es el blanco de nuestra angustia. ¿Y qué tapa la angustia? ¿Con qué llegamos a la maternidad y la paternidad que sentimos amenazas dónde sea que miremos? ¿Por qué esa angustia no develada se camufla de narcisismo? Pura supervivencia.

Siempre detrás de un malestar hay un dolor. Detrás del narcisismo hay un vacío, una falta intrroyectada por las experiencias propias. La mitología griega nos acerca la historia de Narciso, un joven extremadamente bello, que viendo su reflejo en el agua del lago, quedo impregnado por su propia belleza, hasta el punto de dejar de comer y entrar en una especie de estado de cautividad. Parece ser que las ninfas que habitaban el lago intentaron darle algo de luz recordándole que aquello que veía era su propio reflejo, no otro sujeto, pero Narciso, arrogante, las ignoró, enamorado como estaba de su propia imagen. La historia termina con la muerte de Narciso a orillas del lago, esclavo de su propio reflejo, desolado y solitario. Esto es preocupante, porque me recuerda mucho a algunas familias sometidas a un nivel tal de exigencia, al que nunca consiguen llegar, que cualquier ninfa que se les acerque sale por patas. Es difícil entrar cuando no te invitan, está claro. Pero cuando hay malestar y dolor, cuando se siente la angustia y en un acto de humildad somos capaces de mirarla a los ojos, es ahí donde se puede lanzar una cuerda a ver si hay posibilidad de agarre. 

Como decía, el narcisismo en la pa-marentalidad a menudo es pura supervivencia. Melanie Klein, psicoanalista inglesa de finales del 1800 lo apuntaba al hablar de los mecanismos de defensa narcisistas. Así, por ejemplo, creer que lo que yo pienso-digo-hago es lo correcto tiene que ver con idealizar un determinado estilo de crianza, evidentemente el que yo adopto como correcto (objeto bueno) y no el que promulgan "los otros" discursos (objeto malo). Del mismo modo, para que quede claro que el mío es el válido, cabe un segundo mecanismo de devaluación, el que busca y encuentra argumentos para desarmar esos "otros discursos". Finalmente, algo que retumba como eco en las mentes de l@s abuel@s cuando ven a sus propi@s hij@s enfrascados en su narcisismo, defendiendo a capa y espada nuevas formas de criar que pasan como una apisonadora por encima de cualquier otra manera de hacer... la disociación. Estamos más o menos orgullos@s de nosotr@s mism@s, nos hemos validado suficientemente como ma-padres, pero olvidamos por completo que somos el resultado en la mayor parte de los casos de patrones de crianza positivos. Lo sabemos, que no nos hemos hecho solit@s, pero a pesar de ello, preferimos disociar. Porque de repente, todo se mide entre "lo bueno" y "lo malo". Es preferible disociar si se tiene que mantener el discurso del amo.

Par terminar, dos apuntes. En primer lugar, no quiero cargarme el narcisismo con este texto. Me parece un elemento necesario para afrontar los retos vitales. Solo quiero ponerlo en tela de juicio, que pensemos en qué medida justa nos hace bien y si, de lo contrario, nos hace mal, abramos la puerta a ver qué hay detrás. Y en segundo lugar, intuyo que conviene quemar todos los manuales y desterrar a todos los gurús, al menos ponerlos en cuarentena. El verdadero estilo de ma-parentalidad positiva es aquel que se cocina cada día uno mism@. Como dice Hannah Arendt, deberíamos preocuparnos de trazar experiencias en vez de doctrinas.


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