Hubo un tiempo que me tumbaba en el diván con el pecho fuera. Dicho así asusta, pero el motivo era que durante meses, y no solo en una ocasión, acudía a mis sesiones como analizante con un bebé lactante. Mi querida psicoanalista un día me pidió una foto, perpleja y complaciente, saltándose todas las reglas de Freud y Lacan juntos. Hasta ese momento yo no tomé conciencia de lo que resultaba, de puertas hacia fuera, tener un bebé pegado prácticamente todo el día, cuerpo a cuerpo todavía. Evidentemente, sabía que era cansado, duro, incluso irritante por momentos, así como congratulante y emocionante por otros.
Años más tarde nos preguntamos una a la otra dónde quedó aquella foto. Lamentablemente, la perdimos, cosas de la tecnología, una servidora por no tener tiempo para conservar los recuerdos, y otra por ser de una generación analógica más que digital. Pero esa imagen me vuelve a veces a la cabeza, perturbadora.
Porque la lactancia en sí misma es ya perturbadora, especialmente cuando se ve desde fuera. Recuerdo que en aquel entonces empecé a leer como si no hubiese un mañana a Winnicot. Su propuesta sobre "la madre suficientemente buena" fue para mí un buque salvavidas en la deriva performativa de mi nueva identidad madre. Yo, que había pasado 9 meses leyéndolo todo, como buena neurótica obsesiva, para ser la madre más ilustrada, me daba ahora con un canto en los dientes. Cuando digo que había leído todo, ese "todo", evidentemente era parcelado, subjetivado por mis fantasías y organizado por mi entorno. Creíame yo libre. Bien, así tenía que ser. Nunca seremos libres, parece ser.
Tampoco ante la lactancia lo somos, tanto si lactamos como si no, ya sea queriendo o sin querer. Lactar hoy no es fácil, a pesar de que hay quien se atreve a relactar incluso! No somos dueñas de nuestros cuerpos, tampoco de nuestros pechos. Hay millones de relatos sobre lactancia, tantos como mujeres que se han cruzado en su vida con dicha posibilidad. No hay discurso único válido, igual que no hay dos sujetos idénticos. Tampoco el mismo sujeto existe en dos momentos diferentes, primero será uno, luego puede ser otro. Qué más da. Pero qué presión, por fuera y por dentro.
Y desde el diván, el psicoanálisis nos lleva todo esto más allá. Es Melanie Klein una de las primeras psicoanalistas referentes que se pone a pensar sobre el pecho, el niño y la lactancia. Ella recoge lo dicho hasta entonces sobre el vínculo madre-hij@ a través del alimento, pero incide en el despertar de una experiencia sexual, siendo que el niño tiene su primera experiencia placentera externa al succionar el pecho y recibir alimento. Esta será una primera marca en su inconsciente. Pero lactar o no, para Melanie Klein queda casi en anécdota frente al gran reto del destete, y las implicaciones que ello tiene en la formación del inconsciente del sujeto en construcción. Por supuesto que todas esas voces opinando e increpando a las madres lactantes no lo hacen ni de cerca conociendo las aportaciones de Melanie Klein. Lo hacen por otras cuestiones, quizás por la idea persistente de infantilizar a las madres, de subrayar su identidad en construcción, por apuntarlas cuál diana para descargar enfados ajenos, .... no sabemos, pero duele, y mucho. Cada vez que juzgamos a una madre, duele, tenga o no el pecho fuera.
El destete viene entonces acompañado de grandes interrogantes, cayendo como losas sobre esa madre, muchas veces sola: hasta cuándo? cómo? por qué? ... Suele pasar que se destete pero se mantengan las tetinas.... hoy en día se debate mucho sobre el destete, pero poco sobre el uso prolongado en el tiempo de tetinas en algunos niñ@s para ingerir líquidos, incluso en algunos casos solo aquellos líquidos de signficante leche materna.
Cómo vemos el debate está servido, pero mientras las madres se sienten solas.
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