Está de moda ver series, el nuevo discurso del amo. A la mañana siguiente las comentamos y esto nos hace sentir una más entre "nuestra gente". En estas parece que andaba que, sin poder encontrar serie a la que agarrarme, empiezo ver Això no és Suècia, una producción de TV3 en 8 capítulos que recoge con mirada satírica las paradojas y contradicciones de esta nueva ola de maternidades y paternidades autodenominadas conscientes.
En un principio parece simpática, con los personajes prototípicos y las escenas idílicas. Aparentemente, todo en pro de un estilo de crianza que se dice respetuoso, pero que a medida que avanza la serie cae en picado para dar lugar al egoísmo de adultos desorientados, sin rumbo y sin hitos dónde poderse ir agarrando en este intrépido viaje que siempre fue la pa-maternidad. No podemos negar que este hecho vital es siempre una sacudida, por lo que sobrevivir a ella y salirse habiendo aprendido alguna cosa ya sería más que suficiente. Pero no, parece que queremos no aprender, sino enseñar, mostrar a la generación de abuelos que lo hacemos mucho mejor que ellas y ellos, porque nos creemos que ponemos por delante a los niños. Menuda mentira que nos estamos tragando, la nuestra. Al fin, respondemos a nuestro propio narcisismo sometiendo al niño-objeto a nuestros propios delirios, aquellos que no hemos podido solucionar pagando horas y horas de terapias diversas y que nos distraían de ir al nudo de todo esto.
No puedo decir de qué nudo se trata. Cada cual con el suyo, allá se lo deslíe. Pero por favor, desliémonoslo, no sometamos al niño, que nos lo creemos nuestro cuál propiedad privada, a nuestros propios desatinos. Vamos a poner un espacio entre unos y otros. Dejemos al niño con lo suyo, y ocupémonos nosotros de lo nuestro.
Entonces tenemos también el contra escenario, que se tiñe de la culpa de haber pecado, de haber comprado (o robado para ser más top) esas chuches al niño, dejándonos caer bajo sus pies, dando respuesta a su demanda, y creyendo que esa demanda son unas simples chuches. Esa confusión no nos deja leer entre líneas, y la culpa se encarga de ponernos la venda en los ojos.
¿Podríamos, por favor, recuperar algo de los antimodelos de hoy? ¿Qué decir de la autoridad, del límite, del no sin argumento? ¿Acaso no es amar? ¿A qué le estamos teniendo miedo? ¿Por qué no somos capaces de mirar más allá de nuestro propio ego? Miremos por favor al niño con respeto, pero del verdadero, del que reconoce que en la relación que establecemos con él, y viceversa, hay un agitamiento que nos está obligando a cuestionarnos en cada momento.
Comentarios
Publicar un comentario