Cuando yo tuve el primer bebé, mi querida psicoanalista de cabecera se encargó de que me quedase bien clara la importancia de hablar a los bebés. "Ella te va a entender, háblale, todo lo que puedas!", me decía... Seguramente me decía más cosas, pero en aquel momento esta idea me caló bien adentro. Luego, con los años, los seminarios y las lecturas, fui entendiendo esta idea. El lenguaje nos constituye como sujetos y nos constituye como seres sociales. Nos estructura. Sin lenguaje no hay orden. Nos abre las puertas a nombrar no solo lo que percibimos y es tangible, sino también a aquello que es simbólico y que en ese instante solo existe en nuestra mente. Podemos nombrar lo que estamos viendo, pero también aquello que en este preciso momento no tenemos aquí. El lenguaje también nos acoge en un tiempo y un lugar, en un momento histórico, social, cultural. Nos hace como somos. Nos constituye de tal manera que pertenecemos y perteneceremos siempre en origen a un sitio dete...
Tendemos a ser recelosos con lo nuestro. A quién más o a quién menos nos gusta hacerlo a nuestra manera, poder controlar lo que nos atañe y decidir según nuestro parecer. De la misma manera nos pasa con l@s hij@s. Queremos hacerlos a medida, que no nos chirríen ni nos perturben demasiado. Que se sintonicen con nuestro estilo. Así fácil. Es una mirada inevitablemente oikocéntrica. Pero resulta incómodo ir viendo cómo, a medida que van creciendo, l@s hij@s se desmarcan de nuestras proyecciones. Además de desmarcarse, luego nos confrontan. Saben dar allí donde más duele. Tocan la tecla más aguda, ponen a prueba nuestra capacidad de autocontención, logran sacarnos de la función educativa y ponernos en el lugar de iguales. Se da un vaivén de altibajos, de tensiones y distensiones interesantes a través de las cuales se ponen sobre la mesa muchas cosas sobre cada un@ y sobre la relación misma. Así pues, es maravilloso que todo esto se dé, porque sin agitación no puede darse la emanc...